
Me han dicho muchas veces lo difícil que es vivir, me han hablado de tormentas y de amaneceres, de mañanas soleadas y tardes grises y amargas.
Me han contado historias y sueños, alegrías y penas, tiempos de paz y de guerras. Me he visto con sorpresa siendo parte de vidas ajenas, y he encontrado antiguos extraños compartiendo la mía.
Me han perseguido mil fantasmas, y he vencido a los que he podido, a los demás, les doy la espalda. He sentido en el pecho el frío de quien teme, y el calor de quien ama.
He visto tantas cosas, y tan pocas, y me he tropezado tantas veces, y sentido su mano tendida para ponerme de pié.
Recorro un camino extraño, recto y sinuoso y lleno de espinas, bañado por el sol y apagado por sombras. He permanecido inmóvil en él, latente, inquieto, y los he visto llorar, gritar y reír. He corrido con todas mis fuerzas, me he cansado. He perdido el rumbo, y me he encontrado a mi mismo, viendo en mi interior, buscando las cosas que no he podido encontrar.
Me han atrapado mis miedos, y mis alegrías, flotando entre nubes y brisas de tierras lejanas. He pensado en ella, y he olvidado, y vuelto a empezar, la he conocido muchas veces, cientos, la he extrañado.
He respirado el aire suave y agradable de octubre, mi octubre, he sentido caricias y golpes.
Me han dicho mil veces como vivir, y me han dicho que viva. Me han abrazado con tantas fuerzas, y me han sorprendido.
He roto el silencio una y mil y un millón de veces, y he callado. He sentido frío, miedo y paz. Una paz profunda e inmensa de quien sabe lo que quiere, y lucha por alcanzarlo. He llorado.
He visto tan poco de la vida, y aún así, no deja de asombrarme. Muero de asombro en sus ojos, que son como dos profundos océanos negros y apacibles.
Sch 80.