miércoles, 26 de noviembre de 2008

Resplandor...

Abrió los ojos y ahí estaba, la vió pasar como quien ve pasar un segundo. Fue un instante figaz en que la oscuridad se extinguió, un hermoso resplandor, el sueño que había estado esperando toda su vida. No apartó la vista del pequeño punto de luz, pero lentamente y con toda la velocidad del universo, se extinguió. Se aferró con tanta fuerza a ella, por miedo a perderla, que la impulsó a desaparecer.
Fue solo un instante, un bello instante que duró toda una vida. Y tan rápido como apareció, se fue, de pronto y por sorpresa, sin mediar aviso. Se vino abajo como un gran edificio al derrumbarse, y todo con todo su peso golpeó sus espaldas.
Toda su vida creyó que algún día, luego de tanto esperar, encontraría lo que estaba buscando. Nunca supo en realidad si fue cierto, o solo un sueño dentro de un sueño, y de otro, y de tantos otros que había tenido, y que como todos, lo habían desilucionado.
Solo, nuevamente, en su oscuro y solitario mundo, cerró los ojos otra vez, tan fuerte como pudo, y los abrió de pronto, tratando de despertar.

lunes, 3 de noviembre de 2008

No todo es lo que parece, no todo lo que parece, es.


Toda su vida había sido un inadaptado, y toda su vida se había sentido incomprendido. Autodidacta, pesimista, torpe, pero muy inteligente. Anarquista y antisocial, su apariencia poco amigable lo mantenía lejos del mundo y de las personas que tanto le molestaban. La melena negra, despeinada, sucia y siempre suelta, le daba una apariencia de rebeldía permanente, que complementaba con aquellos ojos azules e inquietos, siempre alerta, siempre tristes. La imagen la completaba aquella campera de nylon negra, manchada y desteñida y con más inviernos que la propia tierra.

Su condición de autoexcluido y su vida al margen de los esquemas, lo mantenía en una situación de comodidad aletargada. Lo mas complejo era su particular visión del mundo, como un nido atiborrado de seres desarraigados y apáticos, cuyo único fin en la vida es rodearse de la mayor cantidad de cosas innecesarias y superfluas, en pro de cumplir con un esquema absurdamente impuesto por un sistema que él despreciaba.

Todo el conjunto lo hacía un tipo muy particular, y extrañamente gracioso. Era sin duda, el ejemplo de lo políticamente incorrecto para los esquemas actuales, un ejemplar defectuoso, producto de una equivocación de la maquinaria social, durante el proceso de producción en masa de personas adecuadas.

Todos sus rasgos sumados a su innato odio a las instituciones actuales, lo convertían en el único verdadero bastión de la rebeldía y de pintoresca inteligencia en aquel colegio de monjas donde sus padres lo obligaban a cursar la secundaria.

La vida es tan absurda, pensó, mientras garabateaba en su cuaderno, que oficiaba de diario personal hacía ya un par de meses, una caricatura burlona del repugnante profesor de química al que había pasado mas de una hora escuchando parlotear cosas sobre los átomos de azufre y los enlaces iónicos. Esa clase había tenido tan poco sentido para él como un libro de historia universal lo tiene para un niño de tres años; y ahora, por fin se encontraba libre, sentado en el banco del patio de recreos, encerrado en su rico pero solitario mundo. La tarde era fría pero soleada. La caricatura se perfeccionaba en cada trazo mientras él se sumía cada vez más en sus cavilaciones.

El niño lo miró con aire pensativo, era lógico que le llamara la atención, ya que era un tipo de lo más curioso, con ese porte de fanfarrón venido a menos y esa altanería poco consecuente con su apariencia. Se acercó lentamente, para observarlo mejor, él no se percató de su presencia, y mientras tanto, escribía lentamente junto a la ridiculizada imagen de su profesor. ¿Porque el hombre será tan tonto? ¿Porque lo único claro en este mundo, es esa necesidad absurda de destruirse el uno al otro? ¡Que raza tan absurda, que lo tiene todo para ser feliz pero no se da cuenta!

- Esta sociedad decadente, repleta de hipócritas, es angustiante, triste, es triste perder la fe en el hombre, en mi raza. Imbéciles, todos imbéciles- Susurró lentamente, sin percatarse de su audiencia.

De pronto, la mirada inocente pero vivaz lo sorprendió. No tenía mas de nueve años, la túnica blanca impoluta, cubría un estricto uniforme de pantalón gris, camisa blanca y la reglamentaria corbata azul que exigían las monjas a los estudiantes del colegio. Era bastante bajo, incluso para su edad, y tremendamente delgado. El rostro blanco, y el cabello castaño claro, algo largo y desordenado. La mirada inquisidora llamaba mucho la atención, parecía bastante inteligente, aunque por supuesto, tenía toda la inocencia de un niño de esa edad.

Lo miró por un instante sin decir nada, como si estuviera procesando una gran revelación y luego preguntó:

- ¿Yo también voy a ser así?

Él miró al niño sorprendido, una mezcla de sorpresa con una sensación de estupidez lo invadieron de pronto. Tuvo que reconocerse a sí mismo que nunca se había cuestionado esas cosas. Mientras meditaba y se sentía un idiota, la mirada imperturbable de aquel niño le exigía una respuesta.

- Depende de ti- Le dijo- Y de todos nosotros- Añadió, y tras un guiño lleno de simpática complicidad, se fue caminando.

Esa tarde, volvió a casa más temprano, dio un beso a su madre y tendió la cama. Al día siguiente volvió al colegio pero la campera negra quedó guardada en el ropero.

Sch 80