martes, 25 de marzo de 2008

Vientos que soplan

Tiempos de cambio, de pérdidas, y de recompensas. Tiempos en que uno mira atrás, y mira sus pies y elije su futuro.
Cambios que duelen, que asustan y que abren los ojos, y, el corazón.

En esos tiempos se encontró, el día que una lágrima de miedo y culpa surco su rostro.
Vivió su vida tratando de recuperar las cosas que no tuvo, y tratando de vivir lo que no vivió. Amó y odió, y dejó a mucha gente y muchos miedos atrás. Pero otros, lo persiguieron y atormentaron hasta ese día.

Vio su presente, vio quien era, repasó su pasado y su historia, y sintió ese golpe de cruel y fría realidad en su rostro. Vio lentamente en lo que se había convertido y las cosas no vividas por tratar de vivir las tampoco vividas.
Vio cada día desperdiciado tratando de recuperar aquel ayer perdido.

Vio los rostros de esa gente que lo quería, y que daba todo por él, vio sus mentiras, y las tardes de tristeza y los segundos de su vida.

Sintió que su alma helada lo dejaba solo, ahí, entre las nubes y la soledad que tanto lo asustaba, y se sintió morir en su miedo.
Sintió que todos los errores que había cometido en su vida se condensaron en esa noche, y se hicieron uno, uno tan grande y cruel que lo hacía llorar de miedo y de vergüenza, y esa lagrima fría que no paraba de sangrar.

Entendió esa noche, que la búsqueda de su felicidad, pudo hipotecar la de los otros, y el dolor invadió su endurecido corazón. Y esos ojos imaginados que nunca conoció, y esas palabras de amor que no ha escuchado aún, las caricias que no pudo conseguir y el fin de su vida.

Se sintió perdido, sintió su timón quebrarse, y comprendió, súbita e inexplicablemente. Las imágenes acariciaron su rostro, y el repentino calor de entender cuan importante era su vida, y la de los otros, y cuan absurdo era buscar lo ya perdido, y no ver lo conseguido.

Vida doblemente desaprovechada, por haber perdido tantos años, y haber perdido tantos otros tratando de recuperarlos.

Recordó esa frase de su gran amiga, que siempre hacía eco en su mente, “a la gente buena le pasan cosas buenas”. ¿Era él acaso gente buena? No, a esas alturas no estaba seguro. Pero si sabía, que a partir de ese día, no viviría mas el presente pensando en su pasado, si no en su futuro, y en hacer que aquellos que inexplicablemente le querían, tuviesen razones para hacerlo.

Sch 80.

El cambio asusta más de lo que uno puede llegar a pensar, pero anima y enseña.
No le teman a esa lagrima fría, enfréntenla.

2 comentarios:

Arkadia dijo...

No tengo una palabra, Sch 10 (en sus orígenes.fo

Anónimo dijo...

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: para caminar. E.Galeano
Sigue soñando Melocotón