sábado, 22 de agosto de 2009

Sensaciones ajenas...


Vivo bajo un cielo tenue, suave y espeso, pero que no es mi cielo. Piso una tierra seca, árida y roja, pero que no es mi tierra. En la noche veo estrellas, profundas, frías, distantes. Recorro ríos y calles, y mares azules que no me pertenecen y no están en mis recuerdos. Me persigue un sol brillante y eterno que no me ilumina, que asfixia y que quema y que no es el mío.

Tengo recuerdos que se me escapan, y melodías que no me llegan. Veo caminos y piedras, rincones de una ciudad que no es la mía, en callejones y en callejuelas, donde me pierdo y no me encuentro, y me rodean rostros amargos que me son ajenos.

Hecho en falta sonidos y aromas, y brisas que vienen del este, hecho en falta mis nubes, y la lluvia serena que se colaba entre las ramas de las parras. Hecho de menos el calor del verano, el frío del invierno y el repique de sus pasos. Hecho de menos el vino, tinto y espeso, que compartía en las noches de charlas, rodeado de amigos. Hecho de menos sus ojos, sus manos, sus carcajadas sinceras, puras, mías.

Extraño las risas de las personas que me quieren, extraño los momentos en compañía. Añoro sus labios, y su mirada limpia y serena, como un mar en calma. Extraño el apretón de manos firme, sincero, plagado de buenos deseos, extraño la mano en el hombro, y los abrazos de quienes sienten de verdad y sin egoísmos, sin pretensiones.

Como el que pierde algo muy valioso, como el que añora lo ya perdido, camino en calles de tierra seca y cuarteada, pienso en susurros de viejas melodías, en mis juegos de niño, en temores antiguos y en logros recientes. Ando contando las horas, los segundos, los días, los siglos, y todos y cada uno de esos instantes mezclados, dormidos, confusos.

Me acaricia la brisa de una tierra extraña, ajena, y en medio del trance de recuerdos perdidos, descubro la lejanía.

Sch. 80.

No hay comentarios: