martes, 17 de febrero de 2009

Despedida



Movió la mano, lenta, pero firme, tomó la mía, y sonrió. Dejó caer una lágrima, y otra, y me miró con esas miradas tristes pero alegres que supo dedicarme tantas veces, con un dejo de sin sabores y un todo de felicidades.
La vi otra vez, y recordé. Sentí el susurro de su aliento al respirar, y la piel suave de su mano. Recordé tantos instantes, fugaces, eternos, congelados en mi memoria. La vi perderse entre la bruma, espesa, blanca y triste del pasado.
Aquella mañana supe todo lo que había perdido y todo lo que había ganado. Cuantos momentos, como fragmentos de un cristal roto, que de pronto, se unen y toman forma, se agolparon en mi mente.

Cerró los ojos, y sonrió. Y con todo el amor que sentía, soltó mi mano y me dejó ir.

Y aunque nunca supe la verdad, ni pude borrar su mirada limpia, profunda, verde como el mar más puro, la llevo en el corazón, como un tesoro perdido, arrancado de mis manos, contra mi voluntad, pero con mi consentimiento.

Y desperté.


1 comentario:

Arkadia dijo...

Es poesía. Sabiendo de quien hablás, doblemente hermosa.